VIII Jornada de Humanización de Hospitales para Niños.

Sara (Tiritina)

Sara (Tiritina)

Hace tres años, un día me senté delante del ordenador decidida a encontrar algo que no me enseñase cosas usando solo el lenguaje científico sino que me enseñara, como dijo un psicólogo clínico, desde el «lenguaje sientífico», del sentir, de las emociones, del corazón.
Así fue como encontré estas jornadas de humanización de hospitales para niños.
En Barcelona, donde fui por primera vez a ellas, descubrí que hay un mundo de avances y buenas prácticas que todavía no llegaron a nuestros hospitales asturianos y que hay mucha gente, como nosotros, que quieren pasito a pasito conseguir lo mejor para nuestros niños y niñas. Vine de allí con el compromiso conmigo misma de intentar hacer todo lo posible y aportar mi granito de arena como enfermera y como payaso para que nuestros pequeños héroes también pudieran tener en sus hospitales lo mejor para ellos. Para eso, abrí bien los ojos, los oídos y el corazón y me uní a gente como yo que estaba en el mismo camino. Juntos sorteamos obstáculos y saltamos barreras dispuestos a dar pequeños pasos que nos lleven a conseguirlo porque la unión hace la fuerza.
Esta vez, tocó en Madrid. Solo pude venir yo, así que tenía la responsabilidad de convertirme en una esponja para venir y transmitir todo a las personas que junto a mí están en este camino. Dentro de mi naricilla roja guardaba las ganas de escuchar y de aprender, la ilusión y la energía de cada uno de los otros payasos de Clowntigo (también de otras personas de Cruz Roja y Galbán). Me senté en mi butaca a escuchar alucinada, todo lo que se estaba haciendo en otros hospitales de España. En uno de ellos, mediante excursiones semanales las profes del aula hospitalaria descubren el hospital con los niños y niñas ingresados que pueden salir de la habitación para que pierdan el miedo a él.
En otro hospital, cada quince días grupos de música de adolescentes tocan para los niños ingresados de su misma edad. En el hospital Sant Joan De Deu, entre las políticas del hospital se encuentra prohibido: prohibir, no cantar, no jugar, prohibir la entrada a menores de 14 años (como se hace en la mayoría de hospitales, ya que si no está el niño o la niña en aislamiento no es perjudicial sino lo contrario que sus compañeros, hermanos, amigos, familia… vayan a visitarle), prohibir móviles (ya que es un medio de comunicación con el exterior), tener miedo. También intenta ser un hospital sin dolor, incluyendo en este término la ansiedad o los pequeños dolores que no por ello son menos importantes. Para esto, cada enfermera/o tiene un kit de distracción y otro kitt de no hacer daño que ojalá llegue a nuestro hospital pronto, además los niños y niñas que van a ser operados son acompañados al quirófano por payasos de hospital (como en muchos otros hospitales de España) y son dormidos encima de su madre o padre; esto hace que se necesite menos dosis de anestesia ya que tienen menos ansiedad y se recuperan mejor a ella según demuestran los estudios científicos. En este hospital, también tienen cabida la terapia asistida con perros que una asociación especializada en ello realiza en habitaciones del hospital, sin aumentar el número de infecciones desde su puesta en marcha. También descubrí que en muchos hospitales como el 12 de Octubre de Madrid tienen grandes parques infantiles dentro del hospital para que los niños y niñas ingresados disfruten de su recreo o de un rato al día del contacto con el exterior. También la Fundación A3media presentó un proyecto «poción de poderes» que se realiza en muchos hospitales españoles donde se les entrega un maletín a cada niño o niña que se va a someter a quimioterapia para que se enfrenten a ella con una perspectiva positiva. Esto solo son pinceladas de algunas cosas que se hacen en España, hay muchas más.
En esta jornada, tuve la gran suerte de escuchar el testimonio de unos profesores de vida, de unos pequeños héroes, de personitas que nos dan y nos enseñan cada día lecciones de vida. Un niño decía que no se arrepentía de haber pasado por la experiencia de un cáncer y de haber estado un año seguido ingresado ya que le había enseñado a vivir de otra manera, a sacarle jugo a la vida hasta la última gota y a madurar mucho más rápido. Otra niña, tras ser operada 11 veces d corazón, nos explicaba que para ella sus cicatrices eran triunfos de batallas ganadas. Y otra de nuestras pequeñas valientes pedía que en los hospitales hubiese un sillón más cómodo o cama para las supermamás que les acompañan cada día. Cuándo les preguntaron que eran lo que valoraban más de los profesionales y voluntarios respondieron que lo más importante para ellos era una mirada con sonrisa, ya que las sonrisas hacían que se les olvidara la enfermedad y les servía para combatir el miedo, su peor enemigo durante los días de ingreso. También hablaban de lo importante que eran para ellos y para sus familias la presencia de voluntarios que daban un respiro a sus padres o los payasos de hospital que mediante la risa hacían que dejasen en un segundo plano la situación que estaban viviendo a través de un mundo de fantasía y juego. Además, nos recordaron que todo se puede conseguir con esfuerzo y ganas de vivir y que las cosas ocurren porque sí pero para algo.
Tengo mil cosas más para contar, pero sobre todo, desde Clowntigo queremos dar las gracias a todos nuestros pequeños héroes y sus valientes familias que cada día nos enseñan lecciones de vida, que nos hacen vivir momentos muy especiales y por darnos la oportunidad de estar a su lado cada viernes. Todos somos un equipo y juntos vamos a conseguir avanzar en el camino hacia la humanización de los hospitales para niños.
Millones de besos redondos.
SARA (TIRITINA)

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