Suspiros, miedos, incertidumbres…yo creo que no he sentido tantas cosas juntas en media hora, que es lo que tardamos en llegar a Avilés, como en ese momento en el coche los tres repasando número por número, creciendo ese agujero en el estómago pero a la vez Cocorina y yo tranquilas porque Papucho nos acompañaba. Tras recorrer aquel laberinto por fin llegamos y la acogida no nos la merecíamos, ¡venimos a pasárnoslo bien un rato! La experiencia fue doble, no sólo a nivel personal y profesional, que también sino que fue doble literalmente.
Teníamos hasta peluquería para nosotros, qué pena que la peluquera no estuviera porque… ¡vaya pelos!, si me ve mi madre…En fin, que me voy de la historia, llegamos y esas tres personas quedaron en el casco-secador de la peluquería para ser Cocorina, Pachucho y Sonrisa.
Redoble de tambor… y entrada triunfal en la primera sala con una escalera y el carrito de la fregona, que menos la fregona llevaba de todo. Abrimos la escalera, como pudimos y Pachucho quiso hacer magia, intentaba concentrarse y tanto lo intentaba que se dormía menos mal que Cocorina y Sonrisa le espabilaron un poco y así se creó un clima mágico. Una vez roto el hielo nos sacudimos juntos con la langosta pero ella se acabó quedando en el corazón de todos, lo que nos inspiró a cantar la canción del corazón en la que un enorme corazón, como el de cada una de las personas que estaban en esa sala, les iba abrazando uno por uno.
Mientras que la escalera se iba convirtiendo misteriosamente en el árbol navideño, Pachuco y Cocorina barrían y quitaban el polvo… ¡a los zapatos! Y voilá ya llegó la navidad con sabor a mazapán, Sonrisa desenfundó la guitarra y vinieron los peces del río junto con el tintineo de las campanas todo esto con un gran equipo de baile, entre ellos Pachucho y Cocorina y una estupenda percusión de entre el público. Y repetimos, y tripitimos porque la gente estaba a gusto y nosotros más.
Aunque ahí no se acababa, al fondo del pasillo nos esperaban en la cafetería y Pachucho no sé si por el café o por qué no se concentraba…pero gracias a nuestro voluntario se hizo magia otra vez, llegó a ellos la simpatía de nuestra amiga la langosta que hasta una señora repitió. Debió ser porque quería sentir otra vez ese corazón tan amoroso entre sus brazos. La navidad nos esperaba asique cantamos y bailamos con ella despidiéndonos con una nana que evocaba nuestra más tierna infancia y como no puede ser de otra forma en asturiano.
Así queríamos acabar, con ese espíritu navideño de felicidad, alegría, esperanza, música… Y con esto nos quedamos, con la SONRISA de la gente, con que se olviden los que están PACHUCHOs de que lo están y que dejen a su COCO (RINA) volar.
Sonrisa.
¡¡La magia de vuestra dedicación y alegría es maravillosa!!
Un abrazo muy muy fuerte!
Gracias por tu apoyo incondicional a la causa Carmen.
Más abrazos.
Una muy bonita cronica , Sonrisa , si que ibamos con nervios como siempre , pero con nosotras iba Pachucho …. y todo iria muy bien , como siempre , muchos besotes , de Cocorina
Me saltan las lágrimas… De alegría 🙂